domingo, 28 de febrero de 2016

ENCONTRANDO EL CAMINO

En el viaje a través de la vida el alma según va creciendo, se transforma. Y cuando llegue al fin volverá al principio... Tomando elecciones vitales de nuevo, con su propia voluntad.
En busca de la sabiduría oculta, para no quedarse en la superficialidad y así comprender que la verdadera lucha en la vida, es entenderla y encontrar en ella un sentido.
Cometiendo acciones fructíferas con un espíritu positivo que te impulse camino adelante para no fracasar y que todo se vuelva estéril.
No dejándose someter y huyendo a su vez de la dependencia emocional, de la inmadurez. Dejar florecer la personalidad propia y no permitir el aniquilamiento del YO por otras personas con el dominio de la razón sobre las emociones.
No siendo conformista, pero tampoco viviendo no estando de acuerdo con lo que pase. Haz lo que puedas, haz lo que debas, aspira siempre a lo más alto, pero mientras tanto... aprecia lo que tienes, valóralo y se feliz con ello.
Abrirse al amor puro es la clave del despertar de la conciencia. Un amor que permitirá la libertad total, física, mental y espiritual del ser amado, reconociendo que nadie es dueño de nadie. Ahí si hay que aceptar el aniquilamiento del YO por uno mismo, renaciendo espiritualmente para no sucumbir. La posesión no es amor, sino amor egoísta del propio ser, que limita y esclaviza. Amor de padres, amor de hijos, amor de amantes, amor de amigos... Un amor irresponsable, un amor físico, un amor autoritario; es la condena, una destrucción de nosotros mismos, de los demás y de lo que nos rodea.
Para obtener una victoria siempre hay que luchar para realizar las ambiciones. Que los triunfos prevalezcan sobre las derrotas aunque ambos sean necesarios. Y según sea en lo que invertimos el esfuerzo veremos o no el crecimiento interno.
Podemos ganar aparentemente, teniendo toda clase de éxitos pero la retribución espiritual no puede ser eludida. Por mucha fama y riquezas que tengamos, no somos nada si no tenemos paz interior. El cielo y el infierno están en nosotros mismos y la gran tarea del ser humano está en conseguir equilibrarlos. Porque lo justo nos será devuelto en cualquier caso.
Siendo conscientes de nuestra conciencia individual manifestaremos todo nuestro potencial.
Y veremos como lo que creíamos azar, suerte o mala suerte, es ficticio y en realidad interviene en muy escasas ocasiones. Cada uno de nosotros somos los únicos con el poder para elaborar nuestro propio destino, responsables de nuestras vidas. Todo lo que se piensa o se hace tiene un resultado por la ley de causa y efecto: la causa negativa surtirá un resultado negativo, la positiva uno positivo. Uno se encadena o se libra de la rueda de los cambios y sufrimientos, por cada pensamiento, percepción y acto cometido. Cada uno la encontrará o la perderá: todo depende de la acción y reacción frente a las situaciones.
Por eso lo más importante es tener la fuerza espiritual necesaria que permitirá dominar todo obstáculo por fuerte que este sea. Querer es poder, tan solo hay que ser conscientes de nuestra propia eternidad. Dejar florecer nuestro inconsciente con sus capacidades psíquicas latentes y limitar las interferencias de la mente objetiva. Solo es necesario saber, osar y guardar silencio.
Renunciar al egoísmo y así encontrar la calma y el valor necesarios para sacrificarse con fuerza en favor de una causa justa. Es la mejor arma para combatir el miedo. Ese miedo que va de la mano del odio y nos lleva directos a la muerte que queremos evitar.
Porque tras la muerte del ego o YO surge una transformación, una renovación.
Con templanza, moderación y adaptación de todos los opuestos. Equilibrándonos en paz.
Porque el encadenamiento a las maldades del mundo que nos domina por lo material y lo físico acecha en cada rincón.
Y eso solo lleva a una catástrofe mayor, la destrucción completa. El odio es un cáncer del alma que corroe y destruye, más pronto o más tarde, a todos aquellos que pretenden utilizarlo como arma; una espada de doble filo. Porque todos estamos sujetos, queramos o no, estemos de acuerdo o no, a leyes del Universo muy superiores al falso orgullo y el egoísmo humanos.
Pero siempre habrá esperanza, un nuevo camino libre de prejuicios. Un futuro esperanzador gracias al amor puro y la verdad presentes en el corazón de la juventud, presentes en nosotros, conscientes de que hay que luchar por el bien común para tener un futuro en un mundo nuevo.
Todo se remite en conseguir la felicidad y la paz, el amor puro en lo sencillo. Equilibrándonos con todo, en especial con la naturaleza, prosperando con ella.
Será entonces cuando hallemos o elijamos la filosofía de vida adecuada que esté en consonancia con nuestro corazón y nuestra alma. Ya que en la muerte, sin la influencia del ego o el yo materialista, veremos con claridad la cadena de causas y efectos, comprendiendo perfectamente la diferenciación entre Karma y Dharma.
Y obtendremos nuestro triunfo, la recompensa. El progreso hacia la paz interior. La fusión del ello, el YO y el SUPERYO para adquirir la conciencia que obtiene todo lo fecundo por el simple hecho de poner su concentración en el deseo. La dominación del Mundo, si… de nuestro Mundo Interno.

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