jueves, 22 de agosto de 2013

VIVIR O MORIR EN EL INTENTO

La vida es bella. Sí, lo es. Nosotros somos quienes la transformamos en algo apático, terrorífico y monstruoso. No paramos de repetir que es una mierda sin meditar largo y tendido si lo es porque la estamos cagando.
Es complicada debido a las situaciones que estamos obligados a sobrellevar y en ocasiones da mucho miedo tener que afrontar lo que se nos viene encima. Pero sigue siendo hermosa. El cielo cuando escampa la tormenta sigue siendo azul y las plantas cuando amanece dejan de ser negras y grises para recuperar su tono verde. Esto seguirá siendo así mientras que no lo destruyamos también. He ahí el problema. Nosotros somos los causantes de nuestra propia destrucción. Arrasamos con lo que hay a nuestro alrededor y nos degradamos a nosotros mismos. En vez de eso deberíamos hacer cuanto bien este en nuestras manos, sin peros, aún cuando con ello en principio salgamos perjudicados.

El karma existe.

Ya nos devolverá el destino esa emisión de buenas vibraciones. Pero todas y cada una de las acciones de nuestra vida nos tienen que hacer sentir bien con nosotros mismos, si no nos arrepentiremos. Porque cuando nos muramos veremos nuestra vida desde una perspectiva nunca vista: la de que se nos escapa de las manos y no la podemos retener de ningún modo. ¿Y que opinaremos de ella? ¿Qué ha sido buena?, ¿mala?, ¿interesante?, ¿aburrida?, ¿qué podíamos haber hecho más y nuestros objetivos se han perdido por el camino?, ¿o qué hemos hecho daño a personas directa o indirectamente y no deberíamos? Dudas. Una desesperación más que abrumadora. ¡No! ¡Eso es lo que no hay que permitir! Hay que morir aburrido de la vida, sabiendo que se ha disfrutado al máximo, que se han alcanzado las metas fijadas, que se a crecido como persona y que si no se a aprendido más es por falta de tiempo, recursos o capacidad, no por ganas. Hay que alejarse del agujero negro, del pozo en espiral que se hunde en los infiernos de un alma hueca.

Desaparezcamos viendo la luz al final del túnel.

Nuestra propia luz.

Una luz creada por una vida dura pero satisfactoria. Una luz llena de risas y llantos, amores y desamores, triunfos y fracasos pero que nos enriquezcan porque formen parte de las normas de una gran lección,
La Ley de Vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario